martes, 3 de junio de 2008

NACIÓN - INTEGRIDAD Y TERRITORIO: CONCEPCIÓN HISTÓRICA



MANUEL UGARTE


La existencia de los pueblos, como la existencia de los individuos, está sembrada de odiosas injusticias. Así como en la vida nacional hay clases que poseen los medios de producción, en la vida internacional hay naciones que esgrimen los medios de dominación, es decir la fuerza económica y militar, que se sobrepone al derecho y nos convierte en vasallos."
M. U.
“Manuel Baldomero Ugarte nació en Buenos Aires el 27 de febrero de 1875, aunque algunos consignan el año 1878, en papeles personales que se encuentra en el Archivo General de La Nación, verificamos la fecha de 1875. Sus padres, argentinos ambos, fueron Floro Ugarte y Sabina Romero. En 1881 ingresó al Colegio Nacional Buenos Aires, y en 1890 -a su regreso a Buenos Aires desde París- abandonó definitivamente el bachillerato para dedicarse a las letras.En 1893 publicó un cuaderno de poemas, Palabras, que financió su padre y, poco después, Poemas grotescos y Versos y Serenatas. En octubre de 1895 fundó la Revista Literaria, de la que sería director. Esta revista, inspirada en la fundada por Rodó en Montevideo, recibió el elogio del propio Rodó, de Ricardo Palma y Almafuerte.

LA NACIÓN LATINOAMERICANA

Durante los primeros tres lapsos del siglo XX, Manuel Ugarte (Argentina, 1875-1951) cruzó una y otra vez el continente clamando por la unidad y demostrando la inferioridad de los pequeños países balcanizados frente a los compactados en uniones y federaciones continentales. De este precursor de la unidad latinoamericana se reúnen en el presente volumen sus textos más representativos, ordenados temáticamente relación con las que constituyeron sus principales preocupaciones: unidad latinoamericana, antiimperialismo, nacionalismo democrático y cultura nacional latinoamericana. Estos escritos fueron seleccionados del archivo personal de Manuel Ugarte, de su correspondencia y artículos periodísticos de muy difícil acceso y, en ciertos casos, de capítulos de algunos de sus libros. El esfuerzo de selección y compilación de estos textos, así como la realización del estudio preliminar que nos introduce a la vida y obra de Ugarte, han estado a cargo de uno de los mejores conocedores de su trayectoria, el investigador argentino Norberto Galasso







ÁNGEL RAMA

Ángel Rama (Montevideo, 1926 - Madrid (Barajas), 1983). Escritor, académico y crítico literario uruguayo. Hijo de inmigrantes gallegos a Uruguay, Ángel Rama estudió en el College de France de la Universidad de París. Fue maestro a nivel secundario y universitario, y llegó a ser director del Departamento de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Montevideo en los años sesenta. Se desempeñó como profesor universitario en diversas instituciones americanas y europeas. Dirigió y fundo la Editorial Arca, también fue director literario de la Biblioteca Ayacucho de Caracas. Miembro de la "Generación del 45" o "Generación crítica" de Uruguay, publicó con frecuencia artículos y reseñas en el semanario Marcha que desparecería con la llegada al poder del régimen militar en Uruguay. Una de sus frases más recordadas es: "Uruguay made me" ("Uruguay me hizo") que escribiera en su artículo "La lección intelectual de Marcha", cuando dicho semanario ya había desaparecido [1]. Murió en el accidente aéreo de Mejorada del Campo (Madrid), en 1983 junto con su esposa Marta Traba. En el mismo acidente aéreo perdía también la vida el autor mexicano Jorge Ibargüengoitia.
Lo más destacado de la obras de Rama es su obra crítica, en la que principalmente analizó al fenómeno del Boom Latinoamericano, encontrando sus motivos y raíces, así como tratando de hallar sus posibles consecuencias. Como ejemplo de esto, acerca de la obra La guerra del fin del mundo de Mario Vargas Llosa, escribió en el prólogo: Una vez polemizamos Mario Vargas Llosa y yo a propósito del género novela. El estaba entonces imbuido del subjetivismo astuto de sus primeras creaciones, más atraído por la génesis oscura de las fuerzas desencadenantes (los dichosos fantasmas o demonios) que por los productos objetivos y sus efectos sobre el medio. Yo trataba de argumentar, recurriendo a las fuentes del género, acerca de que la novela ha sido y es un arma. Pienso que con esta obra me ha dado la razón, pues ella está construida como un arma
1926:30: Nace en Montevideo, de padres españoles inmigrantes, Ángel Rama, importante crítico, investigador y editor uruguayo. Rama llegó a Venezuela en 1972, donde realizó importantes labores en el campo de la literatura, como la creación de la Biblioteca Ayacucho, obteniendo la nacionalidad venezolana en 1977. Murió en España en 1983.


¿Latinoamérica o Hispanoamérica?
A diferencia de la independencia de Brasil, la de los territorios de lengua española se logró a base de largas y sangrientas luchas, algunas de las cuales llegaron hasta nuestros días, como la fronteriza entre Perú y Ecuador, a la que puso fin el Tratado de Brasilia, de 26 de octubre de 1998, recientemente firmado en el Palacio de Itamaraty, con la asistencia de los Reyes de España como testigos privilegiados. O el litigio entre Argentina y Chile sobre los Campos de Hielo, que se zanjó mediante un Acuerdo de 16 de diciembre de 1998. «Tras la guerra, la independencia; y tras la independencia, la unión y la libertad». Así lo había prometido Bolívar. Después de sus victorias militares, se dispuso a sentar las bases de la futura constitución de las nuevas repúblicas, pero no fue más allá de la Gran Colombia que, por otra parte, habría de dinamitar su compañero el caudillo republicano José Antonio Páez. Era evidente que, roto el vínculo unificador que representaba la Corona española, el entendimiento entre pueblos y, sobre todo, entre los dirigentes, no se alcanzaría nunca. Y no sería por falta de proyectos, orales y escritos: el mismo Bolívar había publicado el «Manifiesto de Cartagena» en 1812, la «Carta de Jamaica» en 1815 -difusa como todas las suyas, según Pi y Margall-; en 1919 pronuncia el Discurso de Angostura, y otro en 1825 ante el Congreso constituyente de Bolivia. En todos insiste en la necesidad de alcanzar la unidad, «una sola nación sujeta al mismo soberano y a las mismas leyes». Pero en el Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826 -«mermada asamblea, malograda, escuálida»- Bolívar no compareció. Sus entusiasmos iniciales, sus reiteradas promesas de independencia, unidad y libertad, no pudieron hacerse realidad. Antes al contrario, las divisiones y disensiones brotaban por doquier: luchas internas, fronterizas, personales entre dirigentes, etc. llevaron a Bolívar a un sentimiento de derrota que le consumía. «La América entera es un cuadro espantoso de desorden sanguinario… Nuestra Colombia marcha dando caídas y saltos, todo el país está en guerra civil… En Bolivia, en cinco días ha habido tres presidentes y han matado a dos…», se lamentaba en 1829. Y más tarde: «la América es ingobernable para nosotros… el que sirve una revolución ara en el mar… nunca he visto con buenos ojos las insurrecciones, y últimamente he deplorado hasta la que hemos hecho contra los españoles». Decepcionado, desilusionado, se retiró en 1830 a Santa Marta, en donde, hospedado en la Quinta de San Pedro Alejandrino, propiedad del español Joaquín de Mier, fallecía de tuberculosis pulmonar el 17 de diciembre de dicho año, a los cuarenta y siete de edad, rodeado de los pocos amigos que le habían acompañado. La unidad sería ya irrecuperable, según habían previsto Humboldt y San Martín, para quienes el único vínculo integrador de aquellas tierras y aquellos pueblos era el elemento hispano, del que ahora renegaban. «Los españoles europeos, nuestros natos e implacables enemigos… los destructores españoles… las barbaridades que cometieron los españoles…, madrastra España…», eran frases que acostumbraban a emplear los insurgentes republicanos, los rebeldes españoles de ultramar, no los indios.
Ni la amenaza procedente del Norte fue suficiente para promover la unidad de las jóvenes repúblicas. En 1821 se formuló la doctrina del «destino manifiesto» que se remató en 1822 con el mensaje de Monroe al Congreso: «América para los americanos». Y a partir de entonces, la marcha hacia el Sur, hacia el Pacífico, a base de tratados, ocupaciones y astucias: Texas, Arizona, Nuevo México, Colorado, Nevada, California y Utah, son incorporados a la Unión. La raza anglosajona amenaza a la raza latina, según denuncia el colombiano José María Torres Caicedo en su poema «Las dos Américas». Y los años siguientes demostraron hasta la saciedad cómo la política exterior y la diplomacia norteamericanas seguirían en esa dirección. Francia, que se consideraba defensora de la latinidad, no podía permanecer indiferente ante esta invasión. Y como España no estaba en condiciones de asumir la defensa de lo hispano, y menos de lo latino, el economista francés Michel Chevalier, que había viajado por el Nuevo Mundo, y a la sazón era consejero y ministro de finanzas de Luis Napoleón, ideó y perfiló el concepto de Europa Latina para oponer al de América Sajona. Planteado como un conflicto étnico, era necesario trasladarlo a América para construir la defensa a fin de evitar que los dominadores anglosajones del Norte traspasen la línea del Río Grande o Bravo. Y se aprovechó esta ocasión para el envío de tropas a México, con cuya ocupación se preparaba el desembarco para restaurar una monarquía latina. La frustrada operación, que se saldó con el fusilamiento del emperador Maximiliano, en 1867, tras un efímero imperio de tres años, obligó a la retirada de Francia, en un final previsto por Prim, comunicado en carta a Napoleón III, así como por Castelar. Y en 1856 aparece el nuevo concepto de la América Latina, Latinoamérica, con objetivos político-culturales, en textos del citado Torres Caicedo y del chileno Francisco Bilbao, que escribían desde París. Y aunque estos términos empiezan siendo utilizados como equivalentes o sinónimos de los entonces vigentes América Hispana o Hispanoamérica, lo cierto es que estos últimos dejan de emplearse poco a poco, a impulsos de un movimiento indigenista de raíz antiespañola, encabezado por Vasconcelos, quien lo abandona para confesar, poco antes de morir, que «parias del alma nos quedamos al renegar de lo español que había en nosotros».
Si bien el nombre de América es el resultado de un error del cartógrafo Waldseemüller, ahora se corre el riesgo de perder el apellido de Hispana, que se pretende sustituir por uno igualmente erróneo. Es el «coste semántico» de que habla Rubert de Ventós. Las nuevas expresiones fueron prácticamente desconocidas en España. En «La Ilustración Española y Americana», de 1876, se lee que «México es el centinela de la America Latina». Y aún a finales del siglo XIX, nadie, escritor, historiador o filólogo, usaba los términos de America Latina,latinoamérica, según escribió en 1918 el historiador Aurelio Espinosa. Por su parte, los mismos franceses usaron durante cuatro siglos el nombre de Amérique Espagnole; los ingleses y norteamericanos, el de Spanish America. Una gran revista científica y una importante entidad cultural en Estados Unidos se llaman respectivamente «Hispanic American Historical Review» y «The Hispanic Society of America». Los norteamericanos decían y dicen todavía The Spanish Península cuando se refieren a la nuestra. Las propias jóvenes repúblicas nunca se consideraron latinas sino siempre españolas, hispanas, hispánicas, hispanoamericanas. El cubano José Martí y el nicaragüense Rubén Darío hablaban frecuentemente de nuestra América. El canónico mexicano José Mariano Beristain de Souza publica en 1816 una obra de erudición que titula «Biblioteca hispano-americana septentrional». Y en 1845, el político e historiador francés François Guizot se refería a ellas como «las repúblicas españolas de América». Los nuevos términos afrancesados no dejaron de producir enérgico rechazo. Don Juan Valera preguntaba: «¿Qué tiene que hacer el Lacio con nuestros países?» Y el uruguayo José Enrique Rodó escribió en su Ariel: «no necesitamos los sudamericanos cuando se trata de abonar esta unidad de raza, hablar de una América Latina; no necesitamos llamarnos latinoamericanos para levantarnos a un nombre general que nos comprenda a todos, porque podemos llamarnos iberoamericanos, nietos de la heroica y civilizadora raza que sólo políticamente se ha fragmentado en dos naciones europeas; y aún podíamos ir más allá y decir que el mismo nombre de hispanoamericanos conviene a los nativos del Brasil…» En los primeros años de este siglo los nuevos términos tampoco tuvieron mucha aceptación, ni en España ni en el extranjero. Cuando el historiador francés Fernand Braudel procede al estudio de la América del Sur, dice que «recientemente, primero en Francia (en 1865 y entonces no sin segundas intenciones) y después toda América, han concedido el epíteto de Latina». Ante los renovados intentos de las últimas décadas, para restablecer la vigencia de las nuevas expresiones, se han producido, asimismo, idénticas reacciones. Así, dice Américo Castro que el término de América Latina o Latinoamérica es tan inoportuno como lo sería el de Amércia Germánica aplicado a los Estados Unidos fundándose en que el inglés es una lengua germánica. Y añade que «para un español el término latinoamericano es artificial». Por su parte, Salvador de Madariaga se pregunta «¿qué habrá en Hispanoamérica que con tal de evitarla a tales contradicciones lleva?» Y Julián Marías, tras confesar que lleva meditando sobre el tema más de treinta años, escribe:
«para los países hispánicos de América, la mayor tentación ha sido el intencionado mito de Latinoamérica, palabra acuñada con propósitos políticos a mediados del siglo XIX, y cuya falsedad se revela por el hecho de que nunca se incluye a Quebec; esa expresión finge una unidad suficiente sin referencia a España, es decir, al principio efectivo de vinculación de sus miembros entre sí. Si se elimina el ingrediente español en los países hispánicos, se volatiliza toda conexión social que pudiera llegar a articularlos en un mundo coherente».
Alcalá Zamora, aceptando la latinidad de España, encuentra «absurdo que así se puede calificar a la América por ella colonizada; pero si se marcha en busca de la latinidad y desde los pueblos americanos de origen hispano, el camino lo trazó la geografía y lo siguió la historia a través de España». También Enrique Suárez Gaona dice que «el concepto de América Latina es uno de los grandes mitos de la Historia contemporánea… una creación de intelectuales y políticos avisados». Si el americano es hoy sinónimo de estadounidense, los otros son latinoamericanos. Como dicen I. Abelló y M. Montero, esta denominación fue «lanzada por Francia hacia 1860 para diluir el pasado español y neutralizar las expectativas que pudiera tener el pangermanismo de Bismarck». Otros escritores rechazan, igualmente, los referidos términos. El poeta colombiano Eduardo Carranza entiende que Latinoamérica no es más que «una palabra moderna que pretende disminuir la hazaña fundamental de España en América… no es más que una forma de renegar de la filialidad hispánica… en un sentido étnico y cultural me parece un término repulsivo… Yo me siento latino, soy un criollo colombiano, hispanoamericano y, más anchamente, hispánico». Guillermo Cabrera Infante critica el uso generaliado de Latinoamérica, latinoamericanos, y propone se usen más los de Iberoamérica, iberoamericanos, o, por qué no, Hispanoamérica, hispanoamericanos. Para terminar preguntando: ¿cómo llamar latinos a los negros de Cuba o de Brasil? Y en el mismo sentido se expresa Rosendo Cantó, ex-embajador de Cuba, que escribe: «¿Qué relación existe entre un indio, un quechua o un negro de Barlovento o Santiago de Cuba con esa latinidad puesta en marcha por los enemigos de España para poder crear el concurso de Francia y de EEUU una expresión válida para desmerecer, o desmejorar, o vituperar la colonización y culturización españolas del Nuevo Mundo?» El chileno Hernán Cubillos dice:«America Latina, o más bien Hispanoamérica, como gustaba llamarla uno de los más brillantes historiadores de mi país…» y más adelante: «ciertos sellos particulares que devienen de la historia de la Madre Patria…». Muy significativas, al efecto, son unas declaraciones de Octavio Paz en 1990:
«Iberoamérica no me gusta, porque hubo una Iberia en Asia. Prefiero Hispanoamérica cuando hablo de los escritores americanos en lengua española, y para referirme al conjunto -los brasileños hablan portugués y los haitianos francés-, entonces creo que es mejor decir Latinoamérica. En general, me quedo con hispanoamericano».
El norteamericano J.C. Cebrián, al rechazar la denominación de América Latina y afirmar la adjetivación española, alega que los países hispanoamericanos son hijos legítimos de España, sin intervención de Francia ni de Italia ni de ningún otro país.
«España sola alumbró esas nacionalidades, descubrió aquellas tierras, las colonizó, perdió en ello a sus hijos, gastó sus caudales, empleó su inteligencia y sus métodos propios, censurables o no, como tantas veces lo han considerado otros países. España sola dotó a aquellos pueblos de una lengua común, de unas leyes, usos, costumbres, vicios y virtudes... Y una vez emancipados, todo el mundo los continúo llamando países hispanoamericanos o repúblicas hispanoamericanas».
En el Congreso de Academias de la Lengua, celebrado en Bogotá se acordó que la denominación oficial fuese Hispano América, lo que supuso el rechazo implícito de otras que se habían propuesto: Amerindia, Latinoamérica… El Diccionario, que publica la Real Academia Española en su XXI edición, Madrid, 1992, define hispanoamericano «perteneciente a españoles y americanos… de los países de América en que se habla español…, de los individuos de habla española»; en tanto por latinoamericanos entiende el «conjunto de los países de América colonizados por naciones latinas:España, Portugal o Francia». La gubernamental «Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura» (OEI), de ámbito hispano-portugués-americano, emplea solamente los vocablos Iberoamerica/Iberoamericanos tanto en sus Estatutos como en su Reglamento Orgánico. No hay una sola referencia a lo latino ni a la latinidad. «Pensamiento Iberoamericano, Revista de Economía Política», es el título de una publicación patrocinada por el ICI de España y la CEPAL de las Naciones Unidas; en la misma hay una excesiva proliferación de latinoamericanismos. Y el mismo ICI (Instituto de Cooperación Iberoamericana edita desde 1948 «Cuadernos Hispanoamericanos», que acaba de cumplir medio siglo con un número sobre «El 98 visto desde América». Sin una acusación expresa de rechazo, pero sí de condena al utilizar las clásicas expresiones, hay infinidad de personalidades, empezando por don Juan Carlos, que siempre, en todos sus discursos pronunciados en innumerables ocasiones, dentro y fuera de España, emplea los términos Iberoamérica, Hispanoamérica, pero nunca los de Latinoamérica o América Latina. El Príncipe de Asturias, si bien alguna vez aludió a Latinoamérica, en la mayor parte de sus intervenciones sigue la línea hispana. Esa es la actitud de la mayoría de los escritores españoles, más respetuosos con la verdad histórica que con las nuevas tendencias pseudoprogresistas. Hay otro grupo de escritores que utilizan unas y otras expresiones, sin atender a diferencias entre ellas, como sinónimas. Y dentro del terreno oficial hay ejemplos. Conviene recordar que por Ley de 31 de diciembre de 1945, el primitivo «Consejo de la Hispanidad» fue transformado en el «Instituto de Cultura Hispánica». Pasó a llamarse «Centro Iberoamericano de Cooperación» en 1977 y, desde 1979 ostenta la denominación oficial de «Instituto de Cooperación Iberoamericana». Es de desear y esperar que no se «afrancese».
[Unión Europea:]En la Unión Europea suele distinguirse entre Centroamérica y Latinoamérica como entidades distintas e independientes. En el Parlamento se emplean unas y otras denominaciones como sinónimas, si bien a la hora de titular algunos Informes se hace mención a «El Parlamento Europeo e Iberoamérica». Y cuando se dice América Latina es para referirse a sus relaciones con el Parlamento Latino-Americano, en el cual figuran las Antillas Holandesas junto con las naciones iberoamericanas; y con el Parlamento Andino, integrado por Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. No obstante, cuando se indicó a intérpretes y traductores que fuesen fieles al uso de los términos Hispanoamérica, Iberoamérica, etc. en su versión a los demás idiomas, rechazaron la observación por «improcedente». Existe un último grupo de escritores, singularmente en la rama del periodismo, para quienes es válido únicamente el término Latinoamérica/América Latina. Nunca suelen referirse a la América Hispana, Iberoamérica, Hispanoamérica, que consideran términos nefandos cuya invención atribuyen al franquismo; o, cuando menos, obsoletos, impropios o simplemente, dotados de una carga ideológica que rechazan frontalmente. Hay constancia de ello en algunos actos y publicaciones oficiales. En 1984, la Asociación de Periodistas Europeos y el Instituto de Cooperación Iberoamericana celebran un Seminario para estudiar los cambios en el «Cono Sur de América Latina». En 1985, el Instituto de Cooperación Iberoamericana, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Comunidad Autónoma de Madrid crean un organismo que se denomina «Centro Español de Estudios de América Latina» (CEDEAL), y su Director, Juan Marichal, expresó en sus primeras palabras «un muy sincero sentimiento de respeto ante Latinoamérica». La Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) convoca becas para el Curso 1997-98, en cuyo programa se introduce por primera vez el vocablo latinoamericano en sustitución de iberoamericano. La misma Casa de América dependiente de la Secretaría de Estado para Iberoamérica, emplea con demasiada frecuencia las expresiones América Latina/Latinoamérica; aunque hay que reconocer que a veces se ve forzada por el título de las mismas personalidades o instituciones que protagonizan sus actividades. Si bien últimamente parece que, poco a poco, van desapareciendo y se emplean las más correctas.
Y así no es de extrañar que muchas empresas públicas o privadas, utilicen esas expresiones. La Compañía Iberia anuncia que nos «acerca más a Latinoamérica» con sus vuelos a Bogotá, Quito, Lima, Puerto Rico, Panamá, Costa Rica, Guatemala, Nicaragua y La Habana». Y la Telefónica participa el éxito de «su penetración en Latinoamérica». Los Bancos Exterior de España y Bilbao Vizcaya se felicitan por su «presencia en Latinoamérica». La obsesión por eliminar lo iberoamericano, lo hispanoamericano, es patente en algunos medios de expresión. Así, «El País», ya desde sus orígenes; el 11 de julio de 1994 dice que la banda de «rock» zaragozana llamada «Héroes del silencio» regresa de unas actuaciones en México, Chile y Argentina, lo que supuso «un triunfo en Latinoamérica». El 19 de octubre de 1998 llama «Cumbre de países latinoamericanos» a la celebrada en Oporto los días inmediatamente anteriores, cuya denominación oficial era y es VIII Cumbre Iberoamericana; si bien es de justicia señalar que en el editorial del mismo día se respeta, como no podía ser menos, la denominación oficial de la citada Cumbre. No obstante, el día 22 siguiente, su colaboradora Maruja Torres nos cuenta «las miradas de los líderes latinoamericanos reunidos en Oporto». Y el 15 de diciembre de 1998, señala que la Asociación de Ligas Iberoamericanas contra el Cáncer» despliega su actividad en Latinoamérica. También en «El Mundo» se publican noticias como ésta: «dos latinoamericanos se disputan la dirección de la OIT: el chileno Juan Somavía y el argentino Héctor Bartolomei». ¿No estarían mejor calificados como hispanoamericanos? En realidad, si las nuevas expresiones hacen referencia a un ámbito estrictamente cultural, no parece que hay inconveniente en su aceptación, si bien adecuadamente precisados su alcance y su significado.Pero deben rechazarse cuando se pretende aplicarlos a un territorio geográfico determinado o a una época histórica, y, sobre todo, siempre que pretendan sustituir a las expresiones que venimos considerando como clásicas. Si se dice América pre-hispánica y no pre-latina, lo procedente es nominar a la época siguiente como América hispana, y no América Latina.
[Francia:]La importancia de precisar todos y cada uno de estos conceptos se observa si se tiene en cuenta que todo francés, que deliberadamente dice América Latina y no Iberoamérica para referirse al Nuevo Mundo, habla de Africa francófona y no se le consentiría hablar de Africa Latina que, en buena lógica, comprendería la lusofonía y la francofonía, excelentes ejemplos de latinidad. Es impensable un debate en la Asamblea Nacional sobre Africa Latina. Pero no escandaliza que la XX Cumbre franco-africana (¡no latinoafricana!) de noviembre de 1998 reciba con los brazos abiertos al presidente de la República Democrática del Congo Laurent Kabila, denunciado por violación de derechos humanos. Y es que, quiérase o no, Francia sigue empeñada en hacer notar su presencia y su influencia en las repúblicas hispanoamericanas. Revive sus nostalgias del fracasado Imperio, y en las últimas décadas reorienta su política exterior hacia aquellas tierras. Recuérdense los viajes presidenciales: desde De Gaulle en 1964 a todos los países del Continente, con su uniforme de General. Y los de Giscard d'Estaing a Brasil en 1978 y a México en 1979, a donde llegó procedente de Quebec, a cuyos habitantes llamó francófonos, en tanto a los mexicanos ofendió calificándolos de latinoparlantes y no de hispanoparlantes. Y los de Chirac, en marzo de 1997, visitando en ocho días Brasil, Uruguay, Bolivia, Paraguay y Argentina; y proponiendo en Brasil como original iniciativa personal suya, la celebración de una Cumbre entre los Jefes de Estado y de Gobierno Iberoamericanos y los de la Unión Europea, ignorando olímpicamente que tal propuesta había sido presentada con anterioridad por el Presidente Aznar, el 11 de noviembre de 1996, con ocasión de la VI Cumbre Iberoamericana celebrada en Viñar del Mar.. Y aún más recientemente, con ocasión de los desastres del huracán «Mitch», que según las noticias asoló a Centroamérica, no a Latinoamérica, el defensor de la latinidad ha volado a Guatemala, en donde se ha dejado retratar con Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, a la que prometió ayuda para reconstruir el país. Pero la obsesión de eliminar el componente hispano continúa. En enero de 1985 se inaugura en Burdeos la Maison des Pays Ibériques, que se encargará de centralizar, informatizar y canalizar todos los trabajos que se realicen en Francia relacionados con la Península Ibérica y con el mundo hispanoamericano. Esta Casa reagrupa a siete Centros e Instituciones dedicados a estudios ibéricos, ya existentes en Francia, ninguno de los cuales, por cierto, tiene el apellido de latinoamericano. Con ocasión de los trabajos preparatorios para el ingreso de España a la Comunidad Económica Europea nuestro país tomó la iniciativa, en mayo de ese mismo año 1985, para liderar las relaciones con Iberoamérica. Se anticipó, así a una posible operación de corte francés, que se hubiera beneficiado sin duda alguna de la favorable circunstancia de que la Presidencia de la Comisión y el Comisario de las Relaciones con Sudamérica eran los franceses Jacques Delors y Claude Cheysson, respectivamente. Todavía, en 1991, al constituirse la Conferencia Iberoaméricana de Guadalajara, México, los franceses fracasaron en su intento de que su denominación fuese Latinoamericana. Prevaleció el parecer de quienes entienden que el reflejo de lo que allí hicieron españoles y portugueses se expresa con mayor acierto en el término aceptado. Y pocos meses más tarde, en marzo de 1992, Francia apoyada por Gran Bretaña, vetaría la extensión de las actividades crediticias del Banco Europeo de Inversiones a las naciones Iberoamericanas de habla hispana, pese al informe favorable presentado por la Comisión Europea y el propio organismo bancario. Asimismo, al aproximarse la celebración del V Centenario del Descubrimiento, el Centro Georges Pompidou, de París, organizó para esas fechas unas actividades con el fin de exponer todo lo relativo a las artes, la literatura, el cine y el teatro de todo el continente. Y la relativa al arte se denominó Arte en América Latina (1911-1968). Aunque sea a título anecdótico, vale la pena recordar que «Le Monde», al elogiar los éxitos del cantante Julio Iglesias en 1992, le llama «caballero latino».
Por considerar erróneamente que las expresiones tradicionales obedecen a consignas del régimen anterior, hemos visto tambien cómo se intenta enviar al baúl de los trastos otras palabras como Hispanidad o la más entrañable expresión formada por dos términos aparentemente contradictorios como es la Madre Patria. La palabra Hispanidad, se debe al sacerdote español don Zacarías de Vizcarra que en un artículo publicado en «El Eco de España», en Buenos Aries para conmemorar el «Día de la Raza», proponía llamar «Día de la Hispanidad». La difusión del vocablo corrió a cargo del propio Maeztu en su obra titulada, precisamente, Defensa de la Hispanidad, en donde dice que hispánicos son todos los pueblos que deben la civilización o el ser a los pueblos hispanos de la Península. Hispanidad es el concepto que a todos los abarca. Y aporta los testimonios de Camoens: «Unha gente fortissima de Espaha llama en «Os Lusiadas» (canto I, estrofa XXXI); del humanista André de Resende, que dice «Hispani omnes sumus», en frase que elogia Carolina Michaëlis de Vasconcelos. De Almeida Garret cuando afirmaba: «Somos Hispanos, e devemos chamar Hispanos a quantos habitamos a Peninsula hispánica». Y el más expresivo de Ricardo Jorge, que ha dicho: «Chámese Hispania a peninsula, hispano ao seu habitante ondequer que demore, hispánico ao que he diz respeito». Más recientemente, el Director del Instituto Camoens en Lisboa, con ocasión de una intervención en la Casa de América, decía que Portugal forma parte de la Lusofonía, con Brasil y los cinco paises africanos más Goa, y de la Hispanidad. La poetisa portuguesa Natalia Correia, nacida en Azores, escribió un libro cuyo título reza así: Todos somos españoles.
La Defensa de la Hispanidad de Maeztu, tiene en la América Hispana aparte de la resonancia poética de Rubén Darío o de Pablo Antonio Cuadra, el acompañamiento de José Enrique Rodó, Barreda Laos, Gustavo Kosting, Carlos Lacalle, Jaime Eizaguirre, Enrique Corominas, Juan Carlos Goyeneche y Oswaldo Lira, entre otros, para todos los cuales «la unidad hispanoamericana procede de España y luego la comprende con el nombre de Hispanidad». En España, el doce de octubre de cada año se celebra el Día de la Hispanidad. Tambien se prescinde de la expresión Madre Patria por extrañas razones, entre ellas la de que no gusta a los americanos. Pues no desagrada, por lo menos, a Andrés Bello, quien en su Resumen de la Historia de Venezuela escribe: «Los conquistadores y los conquistados, reunidos por una lengua y una religión en una sola familia, vieron prosperar el sudor común con que regaban en beneficio de la Madre patria una tierra tiranizada hasta entonces por el monopolio de la Holanda». Y el colombiano Liévano Aguirre, al narrar la reunión que vencedores y vencidos celebraron tras la batalla de Ayacucho, dice que en ella se puso de relieve el verdadero vínculo que en el futuro habría de unir a la Madre Patria y a sus hijos del Nuevo Mundo: la hidalguía del carácter español, que los americanos llevaban en la sangre. El ex-Gobernador de Puerto Rico, Rafael hernández Colón, recuerda en la Casa de América que José de Diego, Presidente de la Cámara de Diputados de Puerto Rico, pronunció una conferencia en el Ateneo de Madrid en mayo de 1916, y en el diario ABC publicó un artículo en el curso de cual afirmaba que él, hijo de un soldado de Asturias, había cruzado el Océano por venir a la Madre tierra de España. Y César Leante, dice en «Cuadernos Hispanoamericanos», con referencia a Cuba que no siempre marchó todo sobre ruedas en las relaciones culturales entre la Madre Patria y su último retoño americano. Y en términos parecidos, el norteamericano Allan J. Kuethe. En julio de 1984 se celebró en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, de Santander un Seminario sobre Iberoamérica y la crisis financiera internacional y en su intervención, Hernán Cubillos Sallato, Vicepresidente del Banco de Crédito e Inversiones de Chile, dijo: «Vengo de Chile, el país Iberoamericano que geográficamente está más distante de esta Madre Patria».
En conclusión, nos parecen muy atinadas las precisiones que propone Guillermo Díaz Plaja, al distinguir:
LATINO-AMERICA comprende todas aquellas zonas pobladas del Nuevo Continente cuya cultura proviene de la Europa Latina, en lo que se distinguen de los que proceden de la Europa Sajona. Así, dice, serán latinoamericanos los habitantes del Canadá y la Guayana francesa, Haití y algunos Estados de la Unión, como Luisiana, Texas, California, etc.
IBEROAMERICA comprende aquellos países que, colonizados por España y Portugal, conservan orgullosamente tal origen, aunque a veces renieguen de él, pero sin aceptar la paternidad indígena; tales son Brasil y los que hemos dado en llamar
HISPANOAMERICA, con cuya hermosa expresión, agradable para todo buen nacido español, comprendemos el área restringida de los que, descendientes de nuestros compatriotas, que emigraron, hablan y rezan en nuestra lengua. En cualquier caso, concluye Díaz Plaja, es más perdonable llamar hispano a un portugués que decir que Argentina y Chile forman el cono Sur de Latinoamerica.
Será difícil convencer a algunos extranjeros, franceses especialmente, para que acepten que LATINOAMERICA, IBEROAMERICA e HISPANOAMERICA no son vocablos sinónimos, ya que cada uno de ellos tiene su propio significado y alcance. Pero es de esperar que los españoles, conociendo el origen de los mismos y, sobre todo, la segunda intención de alguno de ellos, pongan un especial interés en precisar su adecuado uso, dejando al margen posiciones falsamente progresistas que, en el fondo, muestran un evidente deseo de mostrarse como un neoafrancesado cuando no un inexcusable ignorante de la Historia. (Enviado por M.Martí)
El papel hispanizador de América:El estado no disponía de medios para hacer triunfar ese ambicioso proyecto hispanizador [órdenes de Carlos III para imponer el castellano y decreto nombrando gran número de maestros]. Y cuando, en 1810, comienza la emancipación de aquellos países, hay unos tres millones de españoles y criollos (americanos descendientes de españoles, bien blancos, bien mestizos) hispanohablantes, y unos nueve millones de indios casi todos desconocedores del español. Las condiciones parecían propicias para el retroceso de nuestro idioma, pero ha ocurrido todo lo contrario: la hispanización lingüística de Hispanoamérica se ha producido, precisamente, a raíz de su independencia. Se calcula que viven hoy unos quince millones de indios, y seguramente no llegan a la mitad los que hablan sus lenguas indígenas, ni a la tercera parte los que ignoran el español. El aprendizaje del castellano por los indios representa un paso imprescindible para su redención cultural y social, y para su incorporación a las repúblicas donde viven, como ciudadanos de pleno derecho. [...] Aunque parezca paradójico, la capacidad de fundir a las más diversas gentes en una común cultura hispana, es hoy mucho mayor en América que en España. A este propósito, escribe el gran lingüista venezolano Angel Rosenblat (1964):
Desde 1492 hasta hoy, asistimos, por todas vías, a una progresiva hispanización. Al proceso se han ido incorporando también, a través de varios siglos, grandes contingentes de población africana [negra], que no ha alterado la unidad de la lengua española, que la han enriquecido también con una docena de voces peculiares. Y desde el siglo XIX, millones de hombres procedentes de los más diversos países de Europa, y del mundo, que han adquirido en América su lengua española, se han integrado en ella y a sus formas mentales, y le han dado poetas y prosistas de valor singular. Y aun gallegos, catalanes y vascos han terminado por castellanizarse definitivamente en tierras americanas. No sólo está profundamente hispanizada América, sino que se está convirtiendo en el más poderoso campo de hispanización del mundo.
(Fernando Lázaro)































































6 comentarios:

ronald graterol dijo...

MEMORIA, RECUERDO Y OLVIDO PRESENTES EN LA OBRA DEL INCA GARCILASO DE LA VEGA


En la obra legendaria “Comentarios Reales” del Inca Gracilazo de la Vega, se plantea de forma clara y precisa elementos como primarias, recuerdo y olvido, esto se debe a que Gracilazo en sus crónicas hace eso de noticias y recuerdos de la civilización incaica que oyó en su niñez. Este hecho de hacer eco del pasado es denominado por Ricardo Coler (2000) memoria la cual para este se refiere exclusivamente al pasado. Además Ricocur hace una división de la memoria en colectiva e individual, siendo la colectiva la que recompone el pasado y los recuerdos son remitidos a través de la experiencia a una comunidad. Este elemento de memoria colectiva, se puede precisar en el siguiente fragmento:

(…) estando mis parientes un día en su conversación hablando de sus reyes (…) al más anciano de ellos les dije:
_ Inca, tío, no hay escritura entre vosotros que es lo que guarda la memoria de las cosas pasadas…
_ Sobrino, yo te las diré de muy buena gana ti te conviene oírlas y guárdalas en tu corazón. (p 18 Libro primero)

En la anterior cita se expresa un elemento de memoria individual, en primer lugar, ya el Inca niño (Gracilazo) escudriñaba para conocer la historia de sus antepasados. Además se ve de forma clara el elemento que Ricocur denomina memoria colectiva, esto debido a que cuando el anciano decide cantar al niño sobre sus creencias y culturas, esta realizando una transmisión del pasado a un individuo, que de cierto modo multiplicaría esa historia a través del tiempo.

Por su parte, en “Comentarios Reales”, también es evidente lo que Paúl Ricocur denominaría como recuerdo, debido a que este plantea que es el pasado que contiene nuestras semillas y que el tronco fundamental de lo que somos y vivimos esta presente en la memoria de nuestros antepasados. Esto es evidente, en la siguiente cita:

“En mi niñez vi muchas veces a mi madre y a sus hermanos y tíos y a otros mayores acerca de este origen (…) y será mejor que sepa por sus propias palabras que los Incas lo cuenten, que no por otro autores extraños (Libro I p. 15)

En el anunciado anterior, es evidente como el Inca Garcilazo mantiene esos recuerdos que le fueron transmitidos por sus antepasados. Tanto así, que se puede decir que el incentivo para escribir sus comentarios viene dado, porque este (Garcilazo) Quero mantener o dejar un legado a sus ancestros, de su cultura, de su forma de vivir, de su creencias etc. y así poder mantener esas semillas que proporcionara información extensa sobre el mundo de los Incas: sus Emperadores, sus conocimientos y sus costumbres.

Finalmente partiendo de la crítica de Ricocur, se puede decir que los comentarios del Inca Garcilazo de la Vega, llevan inmersos temas de:

1-.Memoria, porque se relata a través de un conocimiento previo lo que el autor tiene de su entorno social, que influyo en el de su niñez.

2-. Recuerdo, por el hecho de que el autor revive lo que escucho en su entorno y lo plasma para mantener el legado de sus antepasados.

3-.Olvido, porque en el libro se verifica la cultura Inca, y eso fue lo que busco Garcilazo que su cultura fuera conocida y la mejor forma era a través de de su legendaria obra literaria, es decir, que esta no quería que se olvidara, lo que le fue contado por los ancianos.



Participante:Ronald Graterol CI:17813971.Equipo n:3
Seccion:7LL02 y la estoy cursando en la mañana.Este es el comentario de lo que me tocaba exponer el lunes 19/05/2008...

Grellys dijo...

LA MEMORIA EL RECUERDO Y EL OLVIDO PRESENTE EN "COMENTARIOS REALES" DE INCA GARCILAZO DE LA VEGA

En la obra “comentario reales de inca gracilazo de la vega” la cual es de carácter histórico, donde se describe la costumbre, organización política y social, así como todo aquello acontecimiento histórico del imperio inca, de hecho esta historia se considera como un extraordinario testimonio sobre esa cultura, que incluye cantos y plegaria populares, que de no ser por este auto se hubiera perdido, de este tema quiero hablarle de cómo la menoría se encuentra expuesta al olvido, ya sea por el pasar el tiempo, lo cual es un aspecto contra el que no podemos luchar pues el tiempo no se detiene o por lo que plantea paúl ricour (2000) con respecto a las relaciones entre la memoria y el olvido.

Ricoeurt afirma que en cierto sentido la problemática del olvido es la mas amplia y este presente una amenaza inquietamente que se perfila en el trasfondo de la fenomenológica de la memoria. Es decir aquellas características esenciales de la experiencia y también de la epistemología de la historia o lo que es su verdadero conocimiento, regresando a la obra; vemos la escena en la que el inca gracilazo, siendo joven le pregunta a su tío:
“inca, tío, pues no hay escritura entre vosotros, que es lo que guarda la memoria de las cosas pasadas, ¿Qué noticias tenéis del origen y principio de nuestro reyes?” (gracilazo de la vega inca, 1976,1:37)
Acá se puede observar claramente que en términos histórico, la tradición oral antecedente a la escritura, pues todas las historia de los pueblos, en todo sus contexto, se transmitían de generación en generación a través del empleo de la lengua; por lo que cada cultura desarrollo forma de memoria que le son propia, como lo afirma schmidt(1991)y mas que todo los conocedores de los hecho ocurrido, de una detallada y precisa_eran los ancianos, por lo que cada vez que uno de ellos moría, es como si muriese también una biblioteca; aunque no era una muerte total y absoluta, porque la tradición oral seguía viviendo; pero los pormenores o los detalles de lo que realmente ocurrió, corría el riesgo de perderte con el pasar de años.

Unknown dijo...

RECUERDO: IMAGEN DEL PASADO


Con el titulo de “El Recuerdo y la Imagen”, se alcanza un punto crucial entre toda la fenomenológica de la memoria, ya que no se trata de un concepto genérico, que abarca las concepciones de esta, sino que comprende, entre la simple presencia del recuerdo y la rememoración, es aquí donde cabe preguntarse ¿Es el recuerdo una especie de imagen?; La respuesta a esta pregunta es afirmativa, porque posee una relación estrecha entre el recuerdo y la imagen, ya que el recuerdo es una imagen que la persona se hace del pasado. La imagen y la memoria poseen un rasgo en común, y no es más que la presencia de lo ausente, teniendo como rasgo diferencial la suspensión de cualquier posición de la realidad y la visión de lo irreal, por otra parte la posición de una realidad anterior que se encuentra presente de modo indirecto, por ejemplo: retratos, estatuas, fotografías, por citar algunas, sólo basta con pensar en algo vivido y esa imagen llega directo desde la memoria para ser representada oral o gráficamente. En Los Comentarios Reales de los Incas, escrito por Inca Garcilazo de la Vega se extrae el siguiente fragmento para evidenciar la teoría antes mencionada:


“Cada uno de ellos brevemente contó al otro su vida pasada. Pedro Serrano, sospechando la necesidad del huésped, le dio de comer y beber de lo que tenía, con que quedó un tanto consolado, y hablaron de nuevo en su desventura…
Todo este cuento, como se ha dicho, contaba un caballero que se decía Garci Sánchez Figueroa, a quien yo se lo oí, que conoció a Pedro Serrano y certificaba que se lo había oído a él mismo y que después de haber visto al Emperador se había quitado el cabello y la barba y dejándola poco más corta que hasta la cintura, y para dormir se la entrenzaba, porque no entrenzándola, se tendía por la cama y la estorbaba el sueño.”


En este fragmento se puede observar como el recuerdo esta estrechamente ligado a la imagen, en el primer párrafo se ve como realiza una descripción de los hechos sucedidos durante la estadía en una isla (Imagen), y luego como este se vuelve un hecho contado por el mismo Garcilazo (Recuerdo); de esta manera todo el texto se encuentra lleno de recuerdos e imágenes que trasladan al lector en un mundo lleno de fantasías, misterios, enigmas, y desde un primer momento lo atrapa para contar todo los hechos de los incas.

Nota: Profesora esta es la exposición que iba a desarrollar en clase y que por motivos de salud no pude asistir, mis compañeros de grupo me informaron que le enviara mi punto a tratar, así mismo le envío la presentación. Sin más nada a que hacer referencia se despide

Nombre: Edwin Mendoza
CI: 13651083
Secc.: 7LL01

oMaR Raldíriz dijo...

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
Aunque no nos parezca usual y viéndolo desde la perspectiva epicéntrica que representa a la sociedad como ente totalizador de las masas, la mujer dentro de sus cabales –y por qué no, fuera de ellos también– ha logrado destacarse y trascender en la historia, pero ¿con qué intención?, tal vez con la motivada sensación de sobresalir, de recibir reconocimiento, de respirar, de hablar, de luchar, manifestar e incluso amar.

Ahora bien, si seguimos la linealidad de las corrientes literarias, aquellas que sirven de base a los estudios actuales referentes a las manifestaciones emocionales y casi primitivas que desarrolló el hombre –hablando de la literatura claro está– podemos delimitar de forma instantánea la Literatura Barroca como el centro del presente argumento, el cual sencillamente es una corriente cultural que cubrió el reinado de Felipe III, Felipe IV y Carlos III de España, en el siglo XVII hasta aproximadamente el siglo XVIII. Obteniendo características resaltantes muy notorias, –habrá sido por el sentido recargado que se le atribuyó a esta corriente al principio– como la Oposición o Antítesis en donde el escritor lograba una contraposición de ideas en las obras literarias, haciendo la lucha entre la vida y la muerte, tierra – cielo, sueño – realidad, ilusión – desengaño, entre otras. De igual forma se presenta como característica de la literatura barroca, lo feo y lo grotesco, el desengaño y la trascendencia de los ideales religiosos.

Hubo una trascendencia, pero de conocimientos, de corrientes, en donde el barroco como fenómeno literario traspasó la frontera Española y emigró a América en busca de resonancia más actual simplemente por el proclive colorista, aportado por las múltiples influencias culturales provenientes de Europa aunado al sentido nuevo del nativo americano. Al respecto de esto, se puede acotar que la influencia del modelo barroco en tierras americanas se hizo sentir entre los escritores latinoamericanos, aunque éstos se negaron rotundamente a emular, copiar y calcar la manera de escribir de los antecesores, más bien buscaban competir con los escritores Españoles.

En el barroco latinoamericano, sobresale Sor Juana Inés de la Cruz quien nació el 12 de noviembre de 1648 en una pequeña aldea de México, con padres relativamente mestizos (México–Andaluz–Vasco) y vino a ser una de las personas más interesantes que ha producido América Latina en mucho tiempo. Su literatura está insertada en la influencia que para ese momento dominaba el quehacer literario, es decir, el culteranismo y el conceptismo, todo esto sin desprenderse de la autonomía literaria que siempre buscó producto de su propia inspiración más que la imitación de escritores españoles.

Las temáticas que caracterizan a esta escritora tienen que ver con el amor tanto humano como divino (aunque este tema siempre aparece en las obras como tema dominante o secundario, lo importante es que siempre está). De igual forma escribe sobre los motivos históricos, mitológicos, cíclicos y sagrados en donde refleja sus estudios y lecturas, así como también habla de una belleza muy física a la par de aquella belleza interna que todo ser viviente posee sin desligarse del tema de la filosofía moral y por supuesto de la valoración de la mujer en aquella época y que sigue siendo motivo de seguimiento a estas letras por su importancia en pro de las mismas.

Siempre persiguiendo dos ideales principales con sus escritos: que la mujer logre rehabilitarse y que tenga participación dentro del ámbito educativo. Sus experiencias, su historia, su pasado, sus pensamientos, la forma en la cual ve al mundo, el amor, lo Sagrado, lo Divino, lo grotesco, lo bello, lo bueno y lo malo, la comedia y el aburrimiento se ven en cada uno de las escrituras de Sor Juana Inés de la Cruz. En la carta enviada como respuesta a Sor Filotea de la Cruz, recorre los sentimientos de humildad, explicando sus aconteceres pasados y actuales, comparando contextos, y alabando las acciones de otros y otras que anteceden su vida, logra el realce natural que merece simplemente por ser mujer.

Es por esto, que Sor Juana Inés de la Cruz a través de la exposición de su propia experiencia –teniendo el referente de aquellos aspectos biográficos resaltantes como su educación, sus ideales, su rebeldía de pensamiento–, deja claro que la mujer también puede dedicar gran tiempo a adquirir conocimientos sólo por la necesidad imperiosa del saber.
Omar Raldíriz
7LL02

Prof. Rosa H. Zárraga dijo...

La Colonia como impulso hacia la búsqueda del saber en el poema “Respuesta a Sor Filotea” de Sor Juana Inés de la Cruz

Los conquistadores españoles siempre fueron servidores incondicionales de la corona absorbidos por las intrigas de la política europea. No obstante, durante ese proceso de conquista surgió un caso de insubordinación, que fue el de los hermanos Pizarro en el Perú, quienes se rebelaron contra las leyes injustas, impuestas desde España. Esta rebelión conllevó a la necesidad de organizar el Imperio de América, por lo cual se crearon los virreinatos, que eran los representantes de la majestad real. En 1542 Carlos V creó los virreinatos de México y Perú.
Bajo esta perspectiva cabe mencionar que los colonizadores y quienes tenían el poder, eran todos hombres. En aquella sociedad que sentenciaba a la mujer a los quehaceres domésticos, apartándolas de los estudios y de las letras surge el poema “La respuesta a Sor Filotea” como una crítica social al sistema represivo de la colonia, que apunta hacia la defensa de los derechos de la mujer.
Sor Juana Inés al tener la protección de los virreyes, contaba con el privilegio de poder expresar a través de sus poemas, su visión de la sociedad, su postura inclinada hacia la autodefensa por su condición de mujer, en el intento de demostrar la existencia de cierta igualdad entre el hombre la mujer, medida por el conocimiento.
De esa forma, la atmósfera se va impregnando del virreinato, no sólo en cuánto a lujos y celebraciones religiosas, sino en relación a la poesía y a la literatura, basada como sucede en este caso en consideraciones filosóficas, y en esa constante búsqueda del conocimiento mediante el uso de estructura latinizantes y cultas que son el reflejo de la tendencia del Barroco al suplantar el sentido directo de las palabras por un sentido indirecto y la exageración de las formas cultas a través de un lenguaje perfectamente elaborado que utiliza las paradojas para otorgarle al poema una impresión estética, llena de belleza:
No dice lo que vio, pero dice que no lo puede decir, de manera que aquellas cosas que no se pueden decir, es menester decir siquiera que no se pueden decir para que se entienda que el callar no es no haber que decir, sino no caber en las voces lo mucho que hay que decir. (P.2)

La colonia dejó muestras del deseo de saber. El leer y buscar el conocimiento era un componente propio de esa atmósfera de virreinato, era una costumbre para los hombres en las reuniones reales el alardear del saber, pero dentro de esa búsqueda del saber no estaba incluida la mujer e irónicamente Sor Juana Inés de la Cruz nos muestra en este poema el valor del ingenio y la sabiduría como el mayor tesoro del ser humano, refiriéndose, por un lado a Cristo y a su invaluable sabiduría premiada por los fariseos con una corona de espinas: “Cabeza que es erario de sabiduría no espere otra corona que de espinas ¿cuál guirnalda espera la sabiduría humana si ve le que obtuvo la divina?” (P.8) y por el otro lado a la mujer portadora de virtudes y de conocimientos:

“Veo tantas y tan insignes mujeres: unas adornadas del don de profecía, como una Abigail; otras de persuasión, como Ester; otras de piedad como Rabah; otras de perseverancia, como Ana, madre de Samuel; y otras infinitas, en otras especies de prendas y virtudes.” (P.10)

Cabe mencionar que las actitudes y deseos expresados por sor Juana en este poema corresponden con lo que Lacan denominó “el estadio del espejo”, esa percepción que cada ser humano tiene de sí mismo identificándose en una imagen exterior, tal como le sucede a Sor Juana quien en su búsqueda de conocimientos se motiva a sí misma al verse identificada en otras mujeres que han sido símbolos de lucha y perseverancia, como se observa en la cita anterior.
A través de su posición intenta justificar sus ansias de saber y su deseo de expresar libremente sus pensamientos sin temor a ser reprimida por los juicios de la sociedad, por esas ideas colonizadores que señalaban al hombre como único dueño de la verdad y del conocimiento. No obstante, a pesar de su temor, ella es capaz de verter sus sentimientos y deseos más profundos en esta maravillosa carta.
Rosa Zárraga
Sección 7LL01

Jorge Ramiro dijo...

Siempre me intereso por leer diversos libros y por eso disfruto de estar en contacto con la literatura de distintos países. Como este año no me voy a ir de vacaciones y me voy a quedar en mi nueva casa obtenida gracias a Zukbox Argentina, planeo leer muchos libros en el verano